La Puerta de los traidores by Jeffrey Archer

autor:Jeffrey Archer [Archer, Jeffrey]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2023-01-01T00:00:00+00:00

Capítulo 17

Cuando sonó el teléfono a las ocho de la mañana, Miles lo cogió sin dudar de quién estaba al otro lado de la línea.

—Pensé que le interesaría saber que Hogan ha estado testificando en un caso de drogas en el tribunal de Southwark Crown. —Fue lo primero que le dijo Lamont.

—¿Y qué?

—Un funcionario judicial, colega mío, salió del edificio al mismo tiempo que él.

—¿Y qué? —repitió Faulkner.

—Vio a Hogan hablando con una mujer que era miembro del jurado y le sacó una foto con ella.

—¿Y eso de qué va a servir? —dijo Faulkner, que empezaba a sonar nervioso.

—El juicio aún no había terminado —explicó Lamont, y añadió después de una pausa—:… y bajo la Ley de Justicia Criminal y Orden Público de 1994, podría constituir una prueba de manipulación del jurado, o posiblemente un delito, todavía más grave, de intento de soborno de un miembro del jurado. Y para colmo, aunque el traficante fue declarado culpable, fue un caso muy reñido…, uno de esos en los que una intervención discreta habría podido determinar todo el veredicto.

—¿Cuál sería la condena más probable si declarasen culpable a Hogan de intentar influir en un miembro del jurado impresionable? —preguntó Faulkner, de repente más interesado.

—Dos años como poco. Pero como es un agente de policía, podría ser mucho más.

—¿Cuánto más? —insistió Miles.

—Seis años, puede que incluso diez.

—Diez sería perfecto. Pero ¿qué sabemos de esa mujer del jurado? —Fue la siguiente pregunta de Miles.

—Es una tal Kay Dawson. Trabaja de dependienta en Marks & Spencer, y por lo que se ve le gusta disfrutar de las cosas buenas de la vida. Por desgracia, a su marido lo acaban de despedir, así que no va a poder proporcionárselas.

—Entonces, Bruce, dejo en sus manos que la mujer siga disfrutando de las cosas buenas de la vida. Yo añadiré un pequeño incentivo.

—¿Cuánto tenía pensado? —preguntó Lamont, relamiéndose los labios.

—¿Qué tal diez de los grandes por cada año que le caiga a Hogan?

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